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Este libro cobró importancia personal para mí, no solo por su contenido, sino por el reto personal que fue. El iniciarlo justo cuando mi vida comenzaba a cambiar. 627 páginas seguro que en un pasado no hubieran sido una dificultad para mí, pero justo quedé en embarazo y lo pude leer hasta que comenzaron a aumentar los compromisos: preparativos para la llegada de mi bebé, citas médicas, cambio de casa –y de país—, terminar un máster.
Detuve su lectura, para justo continuar leyéndolo en el momento indicado: ya con mi bebé de un año y sumergida en ese mismo mundo de ‘Un hombre enamorado’ del escritor Karl Ove, como un hombre soltero en un país nuevo, y luego como un hombre casado, cuidando de su primera hija y con apenas una hora al día para leer sus libros. Más coincidencia no pudo haber en esto.
En las noches, cuando mi bebé se dormía, yo me enchufaba a ‘Un hombre enamorado’, esa vida tan real y cercana, que narra Karl Ove, en el lejano Estocolmo. Su llegada a Suecia —después de dejar a su primera esposa y toda su vida en Noruega—, la libertad que sentía, luego el enamoramiento, la vida en común, las peleas, su lucha por escribir, el desamor –o la perdida del enamoramiento— el embarazo, el nacimiento de Vanja, la vida con un bebé en casa. Para describir la prosa de Knausgård no tendría que usar muchos adjetivos: es reconocido mundialmente por la crudeza con la que narra, lo sencillo y llano, pero a la vez la tremenda importancia y trascendencia que pone en cada evento cotidiano. Por eso, se ha dicho que la lectura de su proyecto monumental ‘Mi lucha’ –conformado por seis tomos, de los cuales solo tres han sido traducidos al español— se vuelven casi adictivas y te vas adentrando en el mundo de Karl, de su mujer Linda, de su hija Vanja, de su madre Sissel, de su hermano Yngve, de su amigo Geir y su esposa Cristina, y de muchos otros rostros que pasan por su vida produciendo placer en el lector al darnos cuenta de que la vida es un suceso de momentos que peldaño a peldaño nos construyen.
Aquí un pequeño párrafo para que conozcan un poco de su prosa:
"La vida diaria con sus obligaciones y rutinas era algo que soportaba, no algo que me hiciera feliz, nada que tuviera sentido. No se trataba de falta de ganas de fregar suelos o cambiar pañales, sino de algo más fundamental, de que no era capaz de sentir el valor de lo cercano, sino que siempre añoraba estar en otro sitio, siempre deseaba alejarme de lo cotidiano, y siempre lo había hecho. De manera que la vida que vivía no era la mía propia. Intentaba convertirla en mi vida, ésa era la lucha que libraba, porque quería, pero no lo conseguía, la añoranza de algo diferente minaba por completo todo lo que hacía”.
“¿O el desprecio que yo sentía se basaba en esa igualdad que se expandía por el mundo, empequeñeciéndolo todo?”.
Karl Ove, página 79
Tengo que decir que el comienzo del libro no me atrajo de inmediato –más lo que sucedía en mi mundo—, pero cuando narra su inició en Estocolmo, el escape del pasado, su vida con Linda y el mágico y único momento en que nace Vanja, todo comienza a mejorar. A su esposa Linda comenzamos a conocerla en todas sus facetas. Lo mismo que a él. Todos los lados del humano se reflejan y, por eso, su lectura se hace intensa. Al final sientes su desasosiego cuando nacen sus otros dos hijos y la vida cobra aún más dureza e intensidad. Vemos cómo este hombre busca escribir para respirar (algo en lo que me identificó plenamente con él) y que lucha por ser un hombre, sino bueno al menos decente, un buen padre. Una lucha que todos tenemos con el mundo y con nosotros mismos.
Es una escritura moderna, que recomiendo por el interés que se da en cada cosa, en cada detalle. Vemos allí la profundidad que tiene nuestra vida tan aparentemente superficial.
Ahora como meta espero entrar en unos meses — luego de darme un aire por otras lecturas y mundos— a La isla de la infancia y La muerte del padre, de este escritor noruego.