Primero, imita a Loorie Moore y sus instrucciones sobre cómo hacerse escritora.
Después enamórate de algún autor: lee todo lo que puedas sobre él. Luego, desenamórate, desencántate, sufre de vergüenza al aceptar que alguna vez te gustó.
Escucha mucha música: baila, siéntete perdida en el ritmo. Después lee un libro, uno que te aburra, y párate de nuevo a bailar. En la música encontrarás más sentido.
Peléate con todo. Mira lo oscuro que hay en ti y en otros. Abandona la ilusión de la ingenuidad y escudriña en pasadizos temerosos.
Estudia algo, sí algo decente que te dará de comer. Estudia para ser periodista, abogada o secretaria. Tendrás que escribir mucho y de pronto dentro de las normas legales algún artículo de derecho te inspirará. Piensa en Kafka. Ama la idea de los poetas malditos y luego destrúyela.
Cree en Dios. Ve a los templos. Luego, olvídate de Dios, ódialo por un tiempo. Viaja mucho, a donde te sea posible, incluso dentro de tu propia ciudad. Piérdete. Encuentra de nuevo un Dios, ahora es otro, lo has reinventado. Escúchalo o, si quieres, olvídalo para siempre.
Enamórate de muchos hombres. Escucha sus mentiras, pero sobre todo apréndetelas, serán el sustrato de tus diálogos: ellos han inventado la poesía. Ahora, mírate en un espejo: hazte una mueca, búrlate de tu cara, mandate un beso: date cuenta de que en un recoveco de tus ojos se esconde una historia. Pronuncia para ti un halago ¡Hazlo! Me gustas, eres bonita.
Baja al pozo oscuro de tu alma: sí, encuentra tus miedos. Inventa personajes: transfiéreles tus miedos, ponlos a vivir, haz que pierdan la fe, o la recuperen.
Destruye una fantasía: crea una nueva. Busca la compañía, pero también ama la soledad. Soledad será un nuevo silencio que te deleitará, allí, sí, cuando estés frente al mar. Nada en el mar de tus recuerdos, borra algunos, recupera otros, reinvéntalos todos. Perdona tus pecados, pero comételos de nuevo.
Sigue a un extraño. Huele su perfume. Enamórate de un hombre menor o mayor que tú, y desconcierta a todos. Rompe el equilibrio. Pídele que te abandone. Si no te abandona, déjalo.
Busca sentirte plena en cada cosa que hagas, pero también enorgullécete de tus desgracias. Mira tus ojos cuando estén iluminados o ensombrecidos. Pídele consejos a tus padres y a tus abuelos. Entiéndelos, pero no les hagas caso. Algún día interioriza sus enseñanzas.
Recuerda la casa de tu infancia: cada recoveco por el que caminaste, suspiraste o te escondiste. Visítala: metete en sus armarios. Choca tu carro: sí, contra un poste. Canta mientras conduces. Llora mientras te bañas.
Suspira por tu jefe. Créete importante. Luego regresa y mírate y entiende que no eres nadie, pero escribes. Sí, continua escribiendo. Nada te detiene, te has olvidado de ti misma y del tiempo.